martes, 17 de junio de 2008

Un bolo palpitante con Antonio Pomares y Andrés Santos (hace sólo unas horas)



Veni, vidi, vinci. Esta noche pasada he vuelto a tocar, tras varios meses sin hacerlo, con mi delicado amigo Antonio Pomares, natural de Orihuela y uno de los más enamorados y apasionados divulgadores de la bossa-nova, la samba y, en general, toda la música brasileña popular (axé, choro, forró, etcétera). Hemos tocado en trío, junto al clarinetista Andrés Santos, con quien colaboro asiduamente en otros grupos desde hace muchos años (¡casi veinte!) Ambos son músicos excepcionales, con los que siempre me lo paso bien.



A Antonio le suelo llamar amistosamente 'Toninho de Pomaraes'; y él a mí, 'Sebastiao Tapajós' (pronunciando "tapa-yos" y añadiendo gravemente: "el que tapa sus yos"). Nos conocemos desde hace treinta años y las veces que hemos tocado juntos son tan incontables como memorables. Antonio, realmente, parece brasileño; su estilo, su voz, su discreta y primorosa forma de cantar, su ritmo, nos devuelven al más puro y genuino origen de la bossa-nova.


Y Andrés, jumillano, virtuoso intérprete de clarinete y de clarinete bajo (en verdad es multi-instrumentista, pues domina igualmente los teclados, todo tipo de flautas y los saxos alto y tenor; sin ir más lejos, esta noche también ha tocado la melódica, la flauta dulce y el pífano), además de, sería injusto silenciarlo, prolífico compositor, consumado arreglista e improvisador nato, aporta siempre toda su sabiduría y convierte cada bolo en una experiencia nueva y enriquecedora. Esta foto que sigue me la ha hecho él después de hacer yo las otras.


Hemos tocado en el Restaurante Casablanca de Cobatillas (localidad muy próxima a Santomera), en una de las terrazas que dan a los jardines. La excusa: una convención de bodegueros y vinicultores que han presentado los vinos y cavas de una cincuentena de bodegas repartidas por toda la península y parte del extranjero, con más de trescientos caldos para catar. Yo, prudentemente, he probado sólo cuatro, los suficientes para tocar alegre y desinhibido (que es lo que el jazz-bossa necesita). Para mi sorpresa, me he encontrado con varios viejos amigos de mi generación y con el maestro de la serigrafía Pepe Jiménez, quien desde su privilegiado taller en la Ermita de la Colonia (Balsicas) trabaja últimamente junto a diversos pintores murcianos en unos formatos espectaculares.

La velada fue fantástica. Buen sonido y buen hacer. Y proliferaron los contactos (con lo que el pan para mañana quedó garantizado).

No existe mejor sensación, aparte de tocar, que la que queda cuando un bolo sale bien.

(Nota: todas las fotos están hechas con mi móvil en los instantes previos a la actuación).

lunes, 2 de junio de 2008

Con Thelonius S. Monk en 1999



Hola de nuevo, amigos. Como ando muy liado, el próximo viernes me voy a París with my wife, o, mejor dicho, avec ma femme, y lo más seguro es que no me dé tiempo a editar las dos o tres entradas que tengo aún pendientes, aprovecho la nueva de que esta mañana, a través de Jazz Ceuta, he visitado por primera vez un magnífico blog de jazz –Jazzeando sin límites– cuya última entrada versa sobre el incomparable y mítico pianista Thelonious Monk, para animarme a digitalizar y atreverme a mostrar esta foto en la que aparezco junto a su hijo, el baterista Thelonious S. Monk, con quien tuve la suerte de compartir escenario en Murcia durante el 19 Festival Internacional de Jazz en la Calle. Por aquellas fechas, Thelonious S. Monk lideraba una soberbia big band con la que le rendía un espléndido homenaje a su padre en un espectáculo titulado Monk on Monk. Un día de estos buscaré las fotografías que hice con mi Praktica (con ella nos hizo esa foto el baterista Miguel Ángel Orengo después de las pruebas de sonido) durante aquel concierto y, si encuentro algunas que estén bien, las mostraré aquí.

Perdonadme la vanidad de descolgar de su sitio y colgar para vosotros una foto enmarcada de mi realidad más íntima, pero he sentido el impulso de querer compartir el momento en que, sin moverme de mi ciudad, a escasos metros de mi casa, los azares de la vida me permitieron abrazarme al hombro robusto de un hombre sencillo, simpático, accesible, un excelente músico que porta en sus genes y carga sobre sus espaldas (y, muy probablemente, en su cuenta corriente) nada menos que el legado de Thelonious Monk, el gran monje del jazz, de quien soy humilde devoto desde hace más de treinta años.

Sentí que me abrazaba con toda la Historia del Jazz.

¡Saludos y salud!

Un año sin Julio Muñoz

[Obituario publicado hoy en la edición impresa del Diario La Opinión de Murcia bajo el título 'Un año sin un emblemático bajista de ...