miércoles, 29 de septiembre de 2010

Nelson Cascais Quintet en Jazzazza

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Jazzazza, Ce n'est pas un bar. Algezares, Murcia.
Sábado, 2 de octubre de 2010, a las 23 Horas.
Entrada: 12 € con consumición.

Nelson Cascais: contrabajo.
Jesús Santandreu: saxofones.
André Fernández: guitarra.
Albert Sanz: piano.
Iago fernández: batería.

Lo que ocurre en Jazzazza aún no termina uno de creérselo. En verdad, como reza su lema, ce n'est pas un bar. Para el próximo sábado, día 2, ha programado un concierto por el que ya ha comenzado a hacérseme la boca agua. Un puntazo. Espero poder ir. Ya os contaré.

Nelson Cascais nació en Lisboa en 1973. Estudió en la Escuela de Jazz del Hot Club de Portugal y en el Conservatorio Nacional de Lisboa. En 1994, tras graduarse, se trasladó a Nueva York y recibió clases de Reggie Workman y Dave Liebman. En 1995 inicia su carrera como solista, lo que le permite colaborar, grabar en estudio y actuar en vivo junto a importantes figuras del jazz internacional (Rick Margitza, Nuno Ferreira, Jerome Richardson, Llibert Fortuny, Perico Sambeat, Kari Ikonen, Jorge Pardo, Stefanno D’Anna, Maria Schneider...). En 2002 es nombrado músico de jazz del año en Portugal. Actualmente colabora con el cuarteto de André Fernandes, el cuarteto del músico español Jesús Santandreu, Abe Rabade Trío & Septeto, Paulo Bandeira Quartet, Loao Lencastre Group, Pedro Moreira Quintet, así como con Maria Joao en su proyecto Joao. Desde 1999 lidera su propio grupo, con el que ha grabado los discos Cíclope, Nine Stories y, más recientemente, Guruka.

Las trayectorias de los músicos que le acompañan no le van a la zaga, pero las dejo a merced de vuestra curiosidad.

Acabo de leer el comentario que Esther me ha dejado mientras yo estaba aún haciendo cambios. Efectivamente, ella le dedicó a Nelson Cascais una entrada que en su día no vi, en la que dijo exactamente lo mismo que yo sólo que acompañando el texto con dos fotografías magníficas.

Os dejo con una selección de su discografía y con el tema "Knives Out", original de Radiohead e ilustrado con imágenes del fotógrafo rumano Barbubro.

Salud.


Foto: © Sergio Cabanillas

Nelson Cascais, Guruka, Toap 2009.
Nelson Cascais, Nine Stories, Toap 2005.
Nelson Cascais, Ciclope, Toap 2002.
André Fernandes Imaginário, Toap 2009.
Jeff Davis, Haunted Gardens, Toap 2009.
Jesus Santandreu, Sound Colors, Fresh Sound 2008.
Carlos Martins, Água, Iplay 2008
Abe Rabade Septet, Open Doors, Karonte Records 2008
Abe Rabade, Rosalia 21, 2008.
André Fernandes, Cubo, Toap 2007.
André Fernandes, Timbuktu, Toap 2006.
Carlos Martins e Orquestra, Do outro lado, Som Livre 2006.
Sara Valente, Blue in Green, 2006.
Toap Colective, Vol.1, Toap 2006.
Laurent Filipe, Ode to Chet, Som Livre 2006.
Bruno Santos, Wrong Way, Toap 2005.
Joana Machado, Idiossincrasias, 2005.
Pedro Madaleno, Sound of places, Clean Feed 2004.
Laurent Filipe, A Luz, Clean Feed 2004.
Jorge Reis, Pueblos , Toap 2003.
Nuno Ferreira & Companhia Dos Sons, Spin, Toap 2002.
Isaac Turienzo, Con Angel, 1999.


martes, 21 de septiembre de 2010

Dhafer Youssef Quartet



Os dejo con la última de las reseñas sobre Jazz San Javier que escribí este verano para Tomajazz. Espero que os guste...



DHAFER YOUSSEF QUARTET
XIII Festival Internacional Jazz San Javier

Fecha: 24 de julio de 2010.
Lugar: Auditorio Parque Almansa. San Javier (Murcia).

Componentes:
Dhafer Soussef: voz, oud.
Tygran Hamasyan: piano.
Chris Jennings: contrabajo.
Mark Giuliana: batería.


Comentario:
El pasado sábado tuvo lugar en el Auditorio Parque Almansa la que para mí ha sido –junto a la del israelí Avishai Cohen– una de las propuestas más novedosas y sorprendentes de la decimotercera edición de Jazz San Javier, cuando no de toda la historia de este festival, ya que por primera vez se aunaron sobre su escenario la música árabe de raíz espiritual y el jazz en estado puro, una de las fusiones más cultas, fértiles, legítimas y necesarias del panorama jazzístico actual y una constatación ética y artística de que el lazo de concordia entre civilizaciones no solamente es posible, sino que es ya una realidad, por mucho que le pese a más de uno. Si existe para los seres humanos de todas las naciones un lenguaje común, ése es el de la música. Oriente y Occidente no son mundos antagónicos, sino complementarios. Y el arte, cuando está guiado por la luz, el amor y la verdad, no conoce fronteras ni las crea (porque de lo contrario no es arte).



Si en mi reseña del pasado día 17 aludí a los sobrecogedores timbres humanos de la trompeta de Christian Scott, hoy tengo que referirme a los inenarrables registros sobrehumanos de la voz del tunecino Dhafer Youssef, maestro también del oud o laúd árabe y depositario de una herencia musical henchida de resonancias místicas, huellas y tradiciones de épocas inmemoriales (sufismo e hinduismo), pero empapada también de múltiples tendencias modernas y contemporáneas (“new age”, “world music”, jazz fusión, música electrónica…) e incluso de nexos evidentes con el folclore nórdico y la música centroeuropea. Dije entonces que un concierto es siempre algo más que un concierto. Pues bien, aquello no fue tanto un concierto como una redención y un viaje espiritual al interior de nosotros mismos. Semejante escenario de conciliación liberó sin duda en el público percepciones y emociones aletargadas desde hace mucho tiempo. No es que el mundo se parase, sino que lo que allí aconteció fue algo hermosamente atemporal.




Dhafer Youssef llegó acompañado de un trío excepcional para interpretar esencialmente los temas de su último trabajo, Abu Nawas Rhapsody, aunque decidieron comenzar con “Aya”, un tema conmovedor de su tercer álbum, Digital Prophecy, con el que abdujeron al público desde la primera nota; y justo cuando acometían con prodigioso paroxismo el enardecido tramo final, sucedió lo imprevisible: un violento apagón general, acompañado de un súbito y ensordecedor zumbido, engulló el sonido y la luz y dejó a los músicos y al público sumidos en una casi total oscuridad (la luna ya crecida aún no había trepado por los muros del auditorio). Mi vecino de asiento dijo irónica pero tendenciosamente: “Esto ha sido obra de un grupo islamista radical, al que no le parece bien que esta música sea interpretada en un antro de infieles.” Pero no. Había sido causado por un fallo de Iberdrola. Tras la conmoción, el público fue acallando progresivamente sus quejas y sus exclamaciones, y desde la oscuridad emergió una débil música: los músicos seguían interpretando el tema. De tan natural, el silencio se hizo sobrenatural. La luna, oportunista, aprovechó para hacer su aparición.

Tras un parón de diez minutos y las pertinentes excusas de Alberto Nieto, director del festival, el grupo retomó la actuación como si nada hubiera ocurrido, con la misma garra y la misma intensidad con las que comenzó. Fue un concierto perfectamente orgánico, como un sólo tema en el que los patrones se repetían: pausadas introducciones líricas a cargo, indistintamente, del laúd, del piano o de la voz; entradas y salidas del grupo en pleno; insistencia en los ritmos, las figuras, los tránsitos y las melodías. Pero el máximo protagonismo no fue sólo de Dhafer Youssef. El joven y virtuoso pianista armenio Tygran Hamasyan gozó en todos y cada uno de los temas de amplísimos espacios, y Chris Jennings y Mark Giuliana exhibieron una sólida presencia durante todo el concierto. Entre todos reinó siempre la complicidad, pero en algún momento tuve la impresión de que los músicos se sentían unos grados más libres tocando en trío que en cuarteto.




Por nuestros oídos hacia nuestras almas desfilaron temas con títulos tan místicos como literarios: “Odd Elegy” (uno de los temas que más me gustó), “Sura”, “Khamsa”, “Les Ondes Orientales” (con evidentes aires del jazz-rock de los 70) y “Odd Poetry” (un tema apoteósico perteneciente a su cuarto disco, Divine Shadows). Aparte de lo dicho, tan sólo una objeción: en “Khamsa”, una pieza con connotaciones arábigo-andaluzas, Mark Giuliana intercaló un solo de batería que podría haber constituido un tema aparte, pues, en mi humilde opinión, se alejó notoriamente de su cadencia y su estructura y lo partió por la mitad. Comenzó tomando un rumbo incierto para acabar convirtiéndose en un frenético alarde técnico de caja con una base de bombo harto elemental.



En fin… Desde que se anunció la programación de la presente edición de Jazz San Javier, el del Dhafer Youssef Quartet había sido para mí uno de los conciertos más codiciados. Por suerte, después ha habido sorpresas extraordinarias, como el descubrimiento de Itamar Doari , el percusionista que acompañó a Avishai Cohen en los albores del festival, un músico de otro planeta capaz de obrar milagros con sus manos; pero hace poco más de dos años había escuchado a Dhafer Youssef por vez primera, tocando a dúo junto al inconmensurable guitarrista Wolfgang Muthspiel (con quien acababa de grabar el álbum Glow) en un concierto íntimo y ante un aforo de no más de cien personas, y se me habían saltado las lágrimas de puro gozo físico, psíquico y espiritual; de manera que ansiaba desde entonces un reencuentro con su música benéfica y redentora. Ahora puedo corroborarlo. Dhafer Youssef navega un mar de orillas y las une, transgrediendo y aboliendo todo límite. Su voz es un milagro, una resurrección; su música nos arrebata y nos exprime el corazón para extraer lo mejor de nosotros mismos. Cuando abandoné el auditorio, tuve la sensación de haber vivido otra vida durante poco más de hora y media, en ese otro mundo posible en el que nunca deberíamos dejar de vivir…

Texto © Sebastián Mondéjar
Fotos © 2010 Rafa Márquez

jueves, 16 de septiembre de 2010

Scott Hamilton Quartet y Aljazzares Quartet en Jazzazza





Ha sido llegar y besar el santo. Jazzazza no se ha hecho esperar y ha inaugurado la temporada pisando fuerte. El viernes pasado nos sorprendió con un concierto exquisito: nada menos que el Scott Hamilton Quartet. Sí, habéis leído bien: Scott Hamilton.



El mundo va mal..., lo esencial se adultera..., los poderes destruyen en lugar de construir... Pero que hoy en día sea posible que una figura de su talla recale en un pequeño y apartado pueblo de la región de Murcia es sin duda un síntoma de progreso. Y un milagro del jazz.

El grupo, claro, estaba amañado para la ocasión (el anunciado contrabajista Ignasi González, por ejemplo, se descolgó a última hora del cartel y fue sustituido por Jordi Vila), aunque parecía que llevaban toda la vida juntos. Otro milagro del jazz.

Fabio Miano brilló con luz propia. Me atreví a hacerle un bosquejo.


Y, lo que es muy importante, todos los músicos tocaron sin partituras y, por tanto, sin atriles, ¡esos pequeños cadalsos para los ojos!

Scott Hamilton, desde luego, apenas los abrió durante toda la actuación.





Y Esteve Pi no le fue a la zaga...

Allí estaban, cómo no, los fotógrafos Goio Villanueva (saludándome desde lejos con un gesto muy "taurino") y Rafa Márquez...


Fue, en fin, un concierto que seguirá dando que hablar..., incluso entre los propios músicos.



Tres días después, esto es , el pasado lunes, tampoco quise perderme la primera actuación en Jazzaza del recién formado grupo Aljazzares Quartet. Esta era también la primera vez que se me presentaba la ocasión de oír tocar al guitarrista Gregorio Mármol, con quien mantengo desde hace muchos años una comunicación muy especial. Lo he visto crecer trabajando en el restaurante de sus padres, del que soy cliente desde hace décadas, y entre plato y postre siempre hemos compartido nuestra pasión por la música. Él toca desde hace mucho la guitarra, pero nunca antes había tenido la oportunidad de oírlo. Hace unos años nos sorprendió yéndose a recibir clases a Barcelona con una fuerza de voluntad digna de elogio (compaginar los estudios con el duro trabajo en la hostelería es muy difícil) y ahora, por fin, tras alcanzar un nivel en verdad considerable, se ha propuesto no cejar en su empeño y ha formado su propio grupo.


Gregorio Mármol demostró que tiene empaque y sensibilidad de guitarrista, amén de contención, precisión y buen gusto, y estuvo en todo momento perfectamente secundado por el diestro saxofonista Alan Kennedy...


...el joven bajista Pedro Molina...


...y el veterano baterista Paco Moya.

Así que mi más sincera enhorabuena a estos dos grupos, a Jota, a Jazzazza y a todos los músicos y aficionados que se esfuerzan por mantener viva la llama a nuestro alcance.


domingo, 12 de septiembre de 2010

La perilla de Andrés Santos



Sí, amigos..., Andrés Santos se ha dejado perilla. Anoche toqué con él y me lo encontré de esta guisa. Una auténtica sorpresa. En los veinte años que nos conocemos nunca antes había visto en él un cambio tan notable. Andrés siempre ha sido Andrés, El Chiquillo, como le llamaba el pianista José Antonio Muñoz en la época de Quasar. La verdad es que le sienta bien. O a mí me lo parece. Armoniza con sus cejas, su nariz, su pelo, sus ojos, su sonrisa. Por así decirlo, completa gráficamente su rostro. Parece un personaje del Siglo de Oro. De golpe y porrazo, se nos ha hecho mayor.


Las fotos las hice antes de la cena, totalmente vegetariana, tras la actuación. Una cena espléndida, novedosa, improvisada de principio a fin para nosotros por el chef Cayetano Gómez con ingredientes de primerísima calidad. Después de un trabajo musical bien hecho, los miembros del Antonio Pomares Trío disfrutamos de una cocina que tenía también muchísimo de trabajo musical bien hecho. Gracias, Cayetano, artista. Eres tan gran cocinero como excelente persona.


Dicho lo cual..., hola de nuevo, amigos. Lo cierto es que no sabía cómo retomar esta sopa y he comenzado por el final. Nunca he sido muy prolífico, pero en esta ocasión he estado dos meses desaparecido y, como amigo vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a dar (como diría el bueno de Pepe Isbert). Pero antes que nada he de deciros que he descansado, me he puesto fuerte, he cargado las pilas y traigo la sal en los labios, el rumor de las olas en mis oídos y un horizonte sereno reflejado en mis ojos.

Como sabéis, se me murió el ordenador; bueno, se le murió a mi hijo. Difunto total. El disco duro se disolvió en las tinieblas. Llevaba meses sin hacer copias de seguridad, así que perdí muchas cosas, poemas, prosas de diversa índole, centenares de fotos, traducciones, notas... Sentí algo así como si el que se hubiera muerto fuera yo. Me formatearon un viejo ordenador que languidecía y con él pude componer a paso de tortuga mi anterior entrada sobre Chucho Valdés; pero a los dos días se me estropeó de nuevo, y me sentí doblemente apuntillado en mi maltrecho orgullo de muerto virtual en vida.

Luego llegó Jazz San Javier y me trasladé a la costa. Allí, sin ordenador, bañándome en la mejor playa del mundo (que el ayuntamiento del Pilar de la Horadada quiere ahora borrar del mapa, colocando en su lugar un descomunal, horripilante e innecesario puerto), escuchando jazz, montando en bicicleta, paseando, conversando, jugando, bebiendo, tocando con los amigos y poniéndome a la última sobre cine con mis bocatas, mi cervezas, mis pipas y mis cojines..., allí, digo, poco a poco, el mar de mi interior fue expulsando el chapapote del estrés y los plásticos del mal rollo. Tanto es así, que incluso superé con dignidad moral y fortaleza mental dos serios e inoportunos contratiempos: una fuerte caída de la bici que me demostró una vez más que estamos vivos por azar y la muerte no pide nunca permiso, y la rotura de mi coche pocos días antes de nuestro regreso.

Ahora acabo de aterrizar en Murcia; he recuperado fuerzas y he vuelto a retomar proyectos aparcados (ya os contaré); mi ordenador ha superado un transplante e incluso le han dado varios años de garantía de vida... De modo que aquí estoy, de nuevo, en este otro mar que nunca he olvidado, porque nunca he dejado de acordarme de vosotros.

Por otra parte, aunque impuesta, la desconexión total ha sido, repito, saludable.

A partir de hoy, os lo prometo, procuraré organizarme para no volver a interrumpir durante tanto tiempo seguido la comunicación..., ¡no vaya a ser que a Andrés Santos le crezca toda la barba!

¡Salud y Jazz!

Un año sin Julio Muñoz

[Obituario publicado hoy en la edición impresa del Diario La Opinión de Murcia bajo el título 'Un año sin un emblemático bajista de ...