domingo, 12 de septiembre de 2010

La perilla de Andrés Santos



Sí, amigos..., Andrés Santos se ha dejado perilla. Anoche toqué con él y me lo encontré de esta guisa. Una auténtica sorpresa. En los veinte años que nos conocemos nunca antes había visto en él un cambio tan notable. Andrés siempre ha sido Andrés, El Chiquillo, como le llamaba el pianista José Antonio Muñoz en la época de Quasar. La verdad es que le sienta bien. O a mí me lo parece. Armoniza con sus cejas, su nariz, su pelo, sus ojos, su sonrisa. Por así decirlo, completa gráficamente su rostro. Parece un personaje del Siglo de Oro. De golpe y porrazo, se nos ha hecho mayor.


Las fotos las hice antes de la cena, totalmente vegetariana, tras la actuación. Una cena espléndida, novedosa, improvisada de principio a fin para nosotros por el chef Cayetano Gómez con ingredientes de primerísima calidad. Después de un trabajo musical bien hecho, los miembros del Antonio Pomares Trío disfrutamos de una cocina que tenía también muchísimo de trabajo musical bien hecho. Gracias, Cayetano, artista. Eres tan gran cocinero como excelente persona.


Dicho lo cual..., hola de nuevo, amigos. Lo cierto es que no sabía cómo retomar esta sopa y he comenzado por el final. Nunca he sido muy prolífico, pero en esta ocasión he estado dos meses desaparecido y, como amigo vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a dar (como diría el bueno de Pepe Isbert). Pero antes que nada he de deciros que he descansado, me he puesto fuerte, he cargado las pilas y traigo la sal en los labios, el rumor de las olas en mis oídos y un horizonte sereno reflejado en mis ojos.

Como sabéis, se me murió el ordenador; bueno, se le murió a mi hijo. Difunto total. El disco duro se disolvió en las tinieblas. Llevaba meses sin hacer copias de seguridad, así que perdí muchas cosas, poemas, prosas de diversa índole, centenares de fotos, traducciones, notas... Sentí algo así como si el que se hubiera muerto fuera yo. Me formatearon un viejo ordenador que languidecía y con él pude componer a paso de tortuga mi anterior entrada sobre Chucho Valdés; pero a los dos días se me estropeó de nuevo, y me sentí doblemente apuntillado en mi maltrecho orgullo de muerto virtual en vida.

Luego llegó Jazz San Javier y me trasladé a la costa. Allí, sin ordenador, bañándome en la mejor playa del mundo (que el ayuntamiento del Pilar de la Horadada quiere ahora borrar del mapa, colocando en su lugar un descomunal, horripilante e innecesario puerto), escuchando jazz, montando en bicicleta, paseando, conversando, jugando, bebiendo, tocando con los amigos y poniéndome a la última sobre cine con mis bocatas, mi cervezas, mis pipas y mis cojines..., allí, digo, poco a poco, el mar de mi interior fue expulsando el chapapote del estrés y los plásticos del mal rollo. Tanto es así, que incluso superé con dignidad moral y fortaleza mental dos serios e inoportunos contratiempos: una fuerte caída de la bici que me demostró una vez más que estamos vivos por azar y la muerte no pide nunca permiso, y la rotura de mi coche pocos días antes de nuestro regreso.

Ahora acabo de aterrizar en Murcia; he recuperado fuerzas y he vuelto a retomar proyectos aparcados (ya os contaré); mi ordenador ha superado un transplante e incluso le han dado varios años de garantía de vida... De modo que aquí estoy, de nuevo, en este otro mar que nunca he olvidado, porque nunca he dejado de acordarme de vosotros.

Por otra parte, aunque impuesta, la desconexión total ha sido, repito, saludable.

A partir de hoy, os lo prometo, procuraré organizarme para no volver a interrumpir durante tanto tiempo seguido la comunicación..., ¡no vaya a ser que a Andrés Santos le crezca toda la barba!

¡Salud y Jazz!

10 comentarios:

Félix Amador dijo...

Pues yo pienso que has tenido suerte, que lo que el ordenador te dio fueron unas merecidas vacaciones, que muchas veces en pensar y en componer se nos estresa la mente y hay que echarse para atrás, leer, ver películas y perder el tiempo hablando con los amigos, que es la forma más provechosa de perder el tiempo.

Lo de las playas y los ayuntamientos darían para un tratado de la imbecilidad humana pero, como decía Chabrol, que nos acaba de dejar, la imbecilidad humana es más interesante que la inteligencia.

Lo suyo es que hayas vuelto con las pilas puestas.

Un abrazo.

Sebastián dijo...

Sabias palabras, Félix. Has dado en el clavo. Gracias por el estímulo. Estoy aterrizando poco a poco. Me he propuesto que las pilas me duren todo el curso.

Un abrazo y ¡salud!

Andres G dijo...

Si son duracell, seguro que duran y duran... Bienvenido, de nuevo, a esta tu casa virtual, Sebas. Y no conocía que te hubieran ocurrido tamaños "desaguisados" y en verano, que se supone es el tiempo para lo que has llevado a cabo: descansar y cargar las pilas. Bueno, bien está lo que bien acaba. Lo cierto es que Monda y el resto de la "panda" (que menuda panda de "peligros" somos) te echamos de menos en la recta final del festival. Pero te supongo bien informado de lo ocurrido. Ahora hay que encarar el nuevo curso, con la mirada transparente y segura sobre el horizonte. Y espero, al igual que otros muchos, que este otoño-invierno y primavera próximos, nos deparen muchos y buenos momentos. Un abrazo desde mi retiro vacacional que algunos conocéis.

Sebastián dijo...

Gracias, paisano, y bienvenido tú también. La recta final de Jazz San Javier coincidió con el traslado de la familia en pleno a la playa y a la casa que alquilamos. No quise escaquearme, ya sabes que soy muy responsable. Y claro que sí: miraremos juntos el horizonte. Los buenos momentos están garantizados, porque los haremos realidad.

Un abrazo y otro para tu familia y feliz retiro.

Por cierto..., Félix y tú estáis muy cerca.

Armando dijo...

Te ví en lo de Troglo y quize saludarte. Rebienvenida tu magia y tu contento.

Saludos

Sebastián Mondéjar dijo...

Gracias mil, Armando (que es gerundio). Saludos de rebienllegada y abrazos rebienaventurados.

Esther dijo...

Pues eso digo yo, rebienvenido! Esos veranos largos que te tomas (parecidos a los míos) son de lo más sano e incluso deberían ser más largos... la vuelta es dura.

Mi ideal máximo es unir Dénia y sus paisajes-entorno con Madrid y sus actividades y su gente, TODO EN UNO. No sé cómo se llamaría esa ciudad pero debería existir. Sebas, cómo puedo crearla?

A ver si te modernizas y te compras un buen ordenador que han bajado mucho de precio. No esas patatas que tienes. je je je

Muchísimos besos, ogima.

Troglo Jones dijo...

Vaya, vaya, de nuevo por aquí. Parece que las desgracias nunca vienen solas, pero al final, pues bienvenido, y perillas a la mar. Es que no se pueden estirar tanto los 386, duran lo que duran. Las vacaciones ya, es otra cosa.

Abrazos.

Sebastián Mondéjar dijo...

¿Madénia? ¿Madrénia? ¿Madridénia? Esa ciudad existe, Esther. Está en tu interior, es sólo tuya. Pero existe.

A quienes tengo que comprarles otro ordenador es a mis hijos. Pero sí..., reconozco que siempre he sido un maniático de la economía de recursos y que sigo un poco anclado en los siglos XIX y XX. De ahí mis cajas de patatas y mis cajas de cerillas. Tendré que encargarle a algún ex-Director de Operaciones un estudio de rentabilidad.

Mientras tanto, aprovechemos el verano que aún nos queda.


!agima, dulaS¡

Sebastián Mondéjar dijo...

Qué bien traído, Troglo: perillas a la mar. Sí, las desgracias se buscan y se juntan. Pero pasan. Y es preferible cantar derrota.

Abrazos recargables.

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