jueves, 18 de octubre de 2007

Esther Cidoncha: When Lights Are Low


Brad Mehldau (1993)


Texto: Sebastián Mondéjar


No hay duda, navegantes, de que a Internet le debemos (todos y cada uno de nosotros) un buen número dñe hallazgos valiosísimos que entran a formar parte de nuestro tesoro personal; auténticas revelaciones que vamos agregando a nuestro cofre de hallazgos favoritos para tenerlos lo más cerca posible y contemplarlos, admirarlos a solas a orillas del mar de nuestra pantalla; para comunicarnos con ellos, aprehendiéndolos poco a poco, y compartirlos; para alimentar, en suma, nuestro espíritu (que no come, como el cuerpo, por la boca, sino por los sentidos).

Georges Adams (1991)


Lester Bowie (1992)


La sensación que tengo con Esther Cidoncha, uno de mis últimos descubrimientos, es que, más que un hallazgo, constituye un tesoro en sí misma. Por muchas razones. Primero, porque es una fotógrafa excepcional, con un sentido del encuadre y un dominio del espacio y de la luz personalísimos. Segundo, porque, según ella misma nos confiesa, su formación es netamente autodidacta; lo cual significa que ha sido, antes que nada, maestra y alumna de sí misma y le confiere un valor añadido a su estilo ya de por sí libre y natural. Tercero, porque es una gran aficionada al jazz y, desde sus inicios en 1990, su cámara se ha centrado en la captura de instantáneas de músicos de jazz (y yo soy músico de jazz) con una habilidad y un poderío, con un instinto y una sutileza fuera de lo común. Además, le gusta el cine, como a mí, y eso se nota: hay fotos de Esther Cidoncha que son auténticos largometrajes (por lo que encierran y por el tiempo que pasaría uno contemplándolas).



Irvin Stokes (1991)


Wallace Rodney descansando (1991)


David Williams (1992)

Tyler Mitchell (1992)

Donald Harrison y Cyrus Chesnut (1991)

Benny Green (1992)

Dave Holland (2006)

Nicholas Payton (1992)

El arte de fotografiar utiliza un léxico y una metodología muy similares a los de esa actividad ancestral (hoy considerada poco menos que un deporte) llamada caza, aunque sus objetivos y sus resultados son, como sabemos, diametralmente opuestos. Mientras que la caza viola, interrumpe y elimina la vida, la buena fotografía –como toda manifestación artística verdadera– la preserva y la plasma, la retiene, consiguiendo detener el tiempo, nuestro tiempo, con una mirada nueva.
Dicho lo cual, imagino a Esther Cidoncha como una cazadora paciente, discreta, sigilosa, que no ahuyenta a sus presas; que sabe guardar silencio, guardar las distancias y aguardar el momento propicio para apretar el gatillo; que es veloz disparando y siempre acierta. Sus fotos son espejos de su destreza, de su sabio saber estar, de su templanza. Los músicos no temen que Esther les robe el alma; antes bien, consciente y voluntariamente, se la entregan.



Reggie Johnson y Clyde Lucas (1991)





Cassandra Wilson (1998)




Roy Hargrove (1992)


Lynn Seaton (1992)


Jesse Davis (2007)


Gaylord Birch (1993)



Benny Carter (1994)


Una virtud muy visible en su obra y muy preciada para mí es que Esther Cidoncha no aparenta, no maquilla, no alardea. Sus fotos están desnudas, no son nada artificiosas. Sus retratos son fieles no ya a la realidad, sino a la verdad, y en los ambientes que abarcan se respira calma viva, soledad, respeto y una gran pasión por el oficio.



Rodney Green (2007)



Rebbeca Baken I Keep My Cool (2007)


Joseph Syankope (2007)



Esperanza Spalding (2007)


Recientemente, en 2006, comenzó a experimentar con la naturaleza (también soy, todo hay que decirlo, naturaleza), en la que se desenvuelve de una forma no menos precisa, libre o natural pero sí sustancialmente distinta; como más racional, más conceptual, más compositiva. Más serena y pausada. Es otro mundo. En plena naturaleza, donde tanto abundan las formas, las tramas y las texturas, Esther Cidoncha deja de ser cazadora para convertirse en exploradora, que es otra de sus facetas que comparto, pues ha sido precisamente merced a esa capacidad indagadora que ella y yo nos hemos encontrado en esta inmensa e insondable selva virtual que es ya Internet.



Pino (2007)



Hojas (2007)


Como decía al principio, la obra de Esther Cidoncha es para mí un tesoro de un valor incalculable. Pero me froto virtualmente las manos cuando pienso en lo mucho que sus ojos aún me pueden (aún nos pueden) revelar.

Así que, de momento, no dejéis de navegar (when lights are low) por su Web recién inaugurada, sus Blogs y su obra expuesta en Tomajazz...





2 comentarios:

Félix Amador dijo...

Esther Cidoncha tiene un toque mágico cuando captura las imágenes. Cierto es también que el jazz es un mundo que en vivo y en directo, en carne y hueso, ya parece una fotografía artística.

Encontré el blog y el nombre de Esther Cidoncha buscando fotos de jazz, empujado por mi amigo-fotógrafo Manolo Sosa, aficionado a la fotografía y al jazz, que me anda siempre reprendiendo porque no hablo de fotografía de jazz en mi blog. No se hable más, le pongo un enlace a este post tuyo, y que él lo goce.

Saludos.

Esther dijo...

Impresionante entrada, querido amigo Sebastián. Muy muy buena. Te estoy infinitamente agradecida por tus palabras maravillosas. Qué bien escribes, qué bien te expresas. Poeta eres para todo. Me has emocionado.

Un fuerte abrazo siempre siempre siempre.


esther

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