Jordi Rossy Quintet: IVLIANVS SUITE
Nuba Records/Produccions Contrabaix, 2010
Jordi Rossy: piano
Albert Sanz: órgano Hammond
R. J. Miller: batería
Chris Cheek: saxo tenor
Félix Rossy: trompeta y corneta
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Nuba Records/Produccions Contrabaix, 2010
Jordi Rossy: piano
Albert Sanz: órgano Hammond
R. J. Miller: batería
Chris Cheek: saxo tenor
Félix Rossy: trompeta y corneta
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LA VERDAD REENCONTRADA
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La Musique creuse le ciel.
-CHARLES BAUDELAIRE-
-CHARLES BAUDELAIRE-
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Suena, clara y desnuda, una trompeta. Entona una sencilla y nostálgica melodía que, aun siendo nueva al oído, contiene todas las melodías sencillas y nostálgicas de la historia de la música. Con "Scilla e Cariddi" comienza Ivlianvus Suite, el segundo cuaderno de bitácora de Jorge Rossy como pianista y compositor al frente de su propia nave; y con esa melodía comienza también la singladura que cada cual, movido por sus emociones y su bagaje personal, traduce en su imaginación conforme esa nave va adentrándose en su interior. Sí. De este modo se abre para mí el nuevo y emotivo viaje musical que Jorge Rossy nos propone. Suena, limpia y desnuda, una trompeta. Es madrugada. Llueve mansamente sobre una gran ciudad. Escila y Caribdis, los dos monstruos marinos de la mitología griega, se han convertido en lluvia.
Inspirada en la célebre novela histórica Juliano el apóstata, de Gore Vidal, Ivlianvs Suite se nos anuncia así como un canto al paganismo y una reivindicación del politeísmo como camino espiritual; exhortación que tiene ya un claro precedente en "Wicca", el tema que dio título al primer álbum de Rossy y el único de aquel trabajo compuesto para quinteto (un tema que, de hecho, encajaría perfectamente en Ivlianvs Suite). Ya entonces Jorge Rossy se confesaba seducido por la idea y la necesidad de resucitar el paganismo. Hoy sigue insistiendo. Y a qué nivel.
Al margen de cualquier tipo de consideración musical, la inspiración literaria de este nuevo álbum nos adentra por otra vía en la forma de ser y de sentir de Jorge Rossy, en su modo de vivir la música y armonizar la vida, y nos induce ya desde el umbral a reflexiones muy concretas de índole moral, política, histórica o filosófica.
Pensemos por un momento en la Historia que no fue pero que pudo haber sido si Juliano hubiera conseguido restaurar el paganismo frente al pujante y poderoso cristianismo de su época. Pensemos, por ejemplo, en lo diferente que habría sido la Edad Media sin esa idea imperial que ha dominado en Occidente desde entonces hasta nuestros días. Tal vez Occidente sería hoy menos occidental. En realidad, la adopción del cristianismo vino a ser una instauración de la monarquía, pues el monoteísmo favoreció el modelo de emperador único y todopoderoso, representante de Dios en la Tierra.
Ivlianvs Suite nos narra una historia que requiere, pues, mucha atención. Es la obra de un creador comprometido; una oda a la naturaleza, la libertad y la tolerancia; un tributo en ocasiones grave y elegíaco, pero siempre celebratorio, a quienes tuvieron y tienen la valentía de pensar y vivir de un modo diferente. Al fin y al cabo, la música es una celebración más de la vida, tal vez la más directa y efectiva, y en ella están implícitos la enfermedad, el dolor, la tristeza y la muerte. Quienes compartimos Ivlianvs Suite ya como algo nuestro tenemos el convencimiento moral de que el sueño de Juliano no fue inútil, que la verdad y la razón pueden aún reencontrarse y transformar la realidad.
Pero hablemos del disco y del viaje musical que nos propone.
Las diez piezas del álbum actúan como un todo orgánico y coherente, conceptual e instrumentalmente uniforme, y en todas ellas prevalece una sintaxis musical nítida y fluida, una voz propia, una sola voz solemne con múltiples registros; o, como diría William Shakespeare, "una voz que a la vez es muchas voces".
De manera que, si bien son cuatro los temas –espléndidos, distintos, inseparables- que conforman la denominada Ivlianvs Suite que da título a la obra, para mí "Scilla e Cariddi", el primer tema del álbum, no es sino el preludio de una suite en diez movimientos sabiamente dispuestos de principio a fin.
Ya desde sus títulos, concisos y esclarecedores, habría mucho que hablar sobre cada uno de ellos. “Scilla e Cariddi” y los cuatro movimientos específicos de Ivlianvs Suite, “Coral”, “Mithra”, “Horus” y “Conclusion” configurarían una hipotética primera parte o cara A del álbum. “Pupisu” (un tema al que luego me referiré más detenidamente) abriría, pues, la cara B, seguida de “Manzano”, “Luna”, “Distance Post Catholic Waltz” y “Baselove”. Todos ellos forman una red compacta en la que cabe todo y en la que todo está cosido por el mismo hilo.
Después están los tonos y los timbres, los aires y los tiempos, la altura y la intensidad, el orden y la complejidad de cada tema. No voy a analizar eso ahora. La amplitud y la pluralidad, la originalidad y la contención están garantizadas. Sólo quiero insistir en lo bien que armoniza y progresa cada una de las piezas en el oído.
Ni que decir tiene que el empaste instrumental y la dinámica de grupo son en todo momento excepcionales; pero a cada músico también hay que escucharlo aparte, en su soledad, en su circunstancia, en su misión a bordo de la nave. Félix Rossy y Chris Cheek se entienden a la perfección. Oír al joven Félix mano a mano junto a un maestro como Chris Cheek y en plena sintonía con el grupo provoca en mis adentros poco menos que escalofríos de placer. Sus unísonos y sus solos son impecables. Llevan la voz cantante durante casi toda la obra; son los metales que junto al pulso y la respiración del órgano de Albert Sanz consiguen transportarnos a la Roma de Juliano.
La misión de Albert Sanz es, posiblemente, la más ardua, pero tal vez la más digna de elogio. Su Hammond es el pulmón del grupo. Sus bajos continuos y sus modulaciones armónicas mueven el fuelle que hincha las velas con invariable soplo majestuoso, mientras los dedos de Jorge Rossy manejan el timón y reman desde atrás acariciando con delicadeza las olas de su piano. Del papel del argonauta Jorge Rossy a bordo de la nave sólo diré que él es la nave misma, cuya ruta ya ha trazado de antemano, y que trabaja en ella como uno más, sin altivez, sin aspavientos, codo con codo junto al resto de la tripulación.
La labor, finalmente, de R. J. Miller con la batería es encomiable: siempre está donde tiene que estar. Su pulso, tanto en tiempos lentos como altos, es cálido y exacto, un auténtico reloj de precisión. Cómo mantiene, cómo transmite, cómo empuja… Hay que oírlo, para creerlo, en “Pupisu”.
Y, ahora que lo he mencionado, no puedo dejar pasar la ocasión de reflexionar sobre este tema, “Pupisu”, precisamente por ser el único del álbum que no viene firmado por Jorge Rossy, sino por su hijo Damián, el benjamín de la familia. Esta particularidad, unida al hecho (estimo que intencionado) de que ocupa un lugar central en la secuencia de las piezas, le otorga una indiscutible relevancia en esta obra.
Y es que con tan sólo ocho años Damián Rossy compuso, dedicada a uno de sus pequeños gatos, una escena descriptiva pletórica de gracia y de ternura, un verdadero himno a la naturaleza que tiene también mucho de juego, de cantinela infantil. Con su exultante versión, Jorge Rossy, su padre, ha convertido a “Pupisu” en deidad terrenal y casi diría que en protagonista principal de la historia o las historias que con este nuevo álbum nos quiere transmitir. En esa música espontánea, dinámica y candorosa pero cargada de expresividad que ha compuesto su hijo, resume y enarbola Jorge Rossy el espíritu, la razón de ser y las características esenciales de su propia música.
Por definirlo brevemente y de algún modo, Ivlianvs Suite es jazz de autor, de músico que se adentra en sí mismo y escribe al dictado de su propia voz. Es jazz de cámara, culto, sobrio y exquisito. Pero también es mucho más. Lo cierto es que adopta pero trasciende los cánones jazzísticos, proponiéndonos un viaje a través de la historia misma de la música; vadeando, por supuesto, los géneros del jazz, pero también el Renacimiento, el Barroco, el Romanticismo, la música litúrgica, profana, polifónica... Todo ello, como digo, muy bien dosificado y circunscrito a un idioma jazzístico con reminiscencias clásicas y contemporáneas. El caso es que cuanto más lo escucho, mayor es mi certeza de que me encuentro ante una obra magna, única, de una hondura y una originalidad sobrecogedoras, y más consciente soy de la magnitud de su mérito. Para mí Ivlianvs Suite siempre tendrá vigencia (como siempre tendrán vigencia Homero, Bach, Duke Ellington, Charles Mingus, John Keats o Emily Dickinson), porque desprende luz, verdad, inteligencia, y deja abiertas numerosas puertas y expectativas de futuro.
Creo sinceramente que este trabajo representa un gigantesco paso más en el periplo individual de Jorge Rossy como compositor, como pianista y, al fin y al cabo, como ser humano. Parafraseando un pensamiento del pintor Ramón Gaya sobre Mozart, estoy desde hace muchos años persuadido de que Jorge Rossy (como todo creador verdadero) utiliza la música como un medio para desembocar en la vida. Quienes se refieren a él destacan casi siempre, precisamente, su humildad. Pero para ser humilde hay que ser también valiente, honesto, trabajador, juicioso y perseverante. Jorge Rossy es ante todo un hombre fiel a sus principios, coherente consigo mismo, solidario con los demás y sumamente respetuoso con el mundo que le rodea. Cuando hace unos años anunciaba su decisión de "ladear" puntualmente la batería para dedicarse a componer, tocar el piano e interpretar sus propios temas, no lo hacía obedeciendo a un capricho o un deseo repentinos. Él es un creador innato que compone y toca el piano (y otros instrumentos) desde siempre. Cuando lo conocí en 1986 tenía 21 años y ya tocaba magistralmente la batería y la trompeta. Aquel año, un tema suyo, “Nadie es perfecto”, ganó el primer premio a la mejor composición en la I Muestra Nacional de Jazz para Jóvenes Intérpretes, celebrada en Mallorca. Ha pasado un cuarto de siglo y su trayectoria, su calidad y su prestigio como baterista son incontestables. Pero él continúa ahondando el cielo con su música.
¡Gracias, Jorge!
Inspirada en la célebre novela histórica Juliano el apóstata, de Gore Vidal, Ivlianvs Suite se nos anuncia así como un canto al paganismo y una reivindicación del politeísmo como camino espiritual; exhortación que tiene ya un claro precedente en "Wicca", el tema que dio título al primer álbum de Rossy y el único de aquel trabajo compuesto para quinteto (un tema que, de hecho, encajaría perfectamente en Ivlianvs Suite). Ya entonces Jorge Rossy se confesaba seducido por la idea y la necesidad de resucitar el paganismo. Hoy sigue insistiendo. Y a qué nivel.
Al margen de cualquier tipo de consideración musical, la inspiración literaria de este nuevo álbum nos adentra por otra vía en la forma de ser y de sentir de Jorge Rossy, en su modo de vivir la música y armonizar la vida, y nos induce ya desde el umbral a reflexiones muy concretas de índole moral, política, histórica o filosófica.
Pensemos por un momento en la Historia que no fue pero que pudo haber sido si Juliano hubiera conseguido restaurar el paganismo frente al pujante y poderoso cristianismo de su época. Pensemos, por ejemplo, en lo diferente que habría sido la Edad Media sin esa idea imperial que ha dominado en Occidente desde entonces hasta nuestros días. Tal vez Occidente sería hoy menos occidental. En realidad, la adopción del cristianismo vino a ser una instauración de la monarquía, pues el monoteísmo favoreció el modelo de emperador único y todopoderoso, representante de Dios en la Tierra.
Ivlianvs Suite nos narra una historia que requiere, pues, mucha atención. Es la obra de un creador comprometido; una oda a la naturaleza, la libertad y la tolerancia; un tributo en ocasiones grave y elegíaco, pero siempre celebratorio, a quienes tuvieron y tienen la valentía de pensar y vivir de un modo diferente. Al fin y al cabo, la música es una celebración más de la vida, tal vez la más directa y efectiva, y en ella están implícitos la enfermedad, el dolor, la tristeza y la muerte. Quienes compartimos Ivlianvs Suite ya como algo nuestro tenemos el convencimiento moral de que el sueño de Juliano no fue inútil, que la verdad y la razón pueden aún reencontrarse y transformar la realidad.
Pero hablemos del disco y del viaje musical que nos propone.
Las diez piezas del álbum actúan como un todo orgánico y coherente, conceptual e instrumentalmente uniforme, y en todas ellas prevalece una sintaxis musical nítida y fluida, una voz propia, una sola voz solemne con múltiples registros; o, como diría William Shakespeare, "una voz que a la vez es muchas voces".
De manera que, si bien son cuatro los temas –espléndidos, distintos, inseparables- que conforman la denominada Ivlianvs Suite que da título a la obra, para mí "Scilla e Cariddi", el primer tema del álbum, no es sino el preludio de una suite en diez movimientos sabiamente dispuestos de principio a fin.
Ya desde sus títulos, concisos y esclarecedores, habría mucho que hablar sobre cada uno de ellos. “Scilla e Cariddi” y los cuatro movimientos específicos de Ivlianvs Suite, “Coral”, “Mithra”, “Horus” y “Conclusion” configurarían una hipotética primera parte o cara A del álbum. “Pupisu” (un tema al que luego me referiré más detenidamente) abriría, pues, la cara B, seguida de “Manzano”, “Luna”, “Distance Post Catholic Waltz” y “Baselove”. Todos ellos forman una red compacta en la que cabe todo y en la que todo está cosido por el mismo hilo.
Después están los tonos y los timbres, los aires y los tiempos, la altura y la intensidad, el orden y la complejidad de cada tema. No voy a analizar eso ahora. La amplitud y la pluralidad, la originalidad y la contención están garantizadas. Sólo quiero insistir en lo bien que armoniza y progresa cada una de las piezas en el oído.
Ni que decir tiene que el empaste instrumental y la dinámica de grupo son en todo momento excepcionales; pero a cada músico también hay que escucharlo aparte, en su soledad, en su circunstancia, en su misión a bordo de la nave. Félix Rossy y Chris Cheek se entienden a la perfección. Oír al joven Félix mano a mano junto a un maestro como Chris Cheek y en plena sintonía con el grupo provoca en mis adentros poco menos que escalofríos de placer. Sus unísonos y sus solos son impecables. Llevan la voz cantante durante casi toda la obra; son los metales que junto al pulso y la respiración del órgano de Albert Sanz consiguen transportarnos a la Roma de Juliano.
La misión de Albert Sanz es, posiblemente, la más ardua, pero tal vez la más digna de elogio. Su Hammond es el pulmón del grupo. Sus bajos continuos y sus modulaciones armónicas mueven el fuelle que hincha las velas con invariable soplo majestuoso, mientras los dedos de Jorge Rossy manejan el timón y reman desde atrás acariciando con delicadeza las olas de su piano. Del papel del argonauta Jorge Rossy a bordo de la nave sólo diré que él es la nave misma, cuya ruta ya ha trazado de antemano, y que trabaja en ella como uno más, sin altivez, sin aspavientos, codo con codo junto al resto de la tripulación.
La labor, finalmente, de R. J. Miller con la batería es encomiable: siempre está donde tiene que estar. Su pulso, tanto en tiempos lentos como altos, es cálido y exacto, un auténtico reloj de precisión. Cómo mantiene, cómo transmite, cómo empuja… Hay que oírlo, para creerlo, en “Pupisu”.
Y, ahora que lo he mencionado, no puedo dejar pasar la ocasión de reflexionar sobre este tema, “Pupisu”, precisamente por ser el único del álbum que no viene firmado por Jorge Rossy, sino por su hijo Damián, el benjamín de la familia. Esta particularidad, unida al hecho (estimo que intencionado) de que ocupa un lugar central en la secuencia de las piezas, le otorga una indiscutible relevancia en esta obra.
Y es que con tan sólo ocho años Damián Rossy compuso, dedicada a uno de sus pequeños gatos, una escena descriptiva pletórica de gracia y de ternura, un verdadero himno a la naturaleza que tiene también mucho de juego, de cantinela infantil. Con su exultante versión, Jorge Rossy, su padre, ha convertido a “Pupisu” en deidad terrenal y casi diría que en protagonista principal de la historia o las historias que con este nuevo álbum nos quiere transmitir. En esa música espontánea, dinámica y candorosa pero cargada de expresividad que ha compuesto su hijo, resume y enarbola Jorge Rossy el espíritu, la razón de ser y las características esenciales de su propia música.
Por definirlo brevemente y de algún modo, Ivlianvs Suite es jazz de autor, de músico que se adentra en sí mismo y escribe al dictado de su propia voz. Es jazz de cámara, culto, sobrio y exquisito. Pero también es mucho más. Lo cierto es que adopta pero trasciende los cánones jazzísticos, proponiéndonos un viaje a través de la historia misma de la música; vadeando, por supuesto, los géneros del jazz, pero también el Renacimiento, el Barroco, el Romanticismo, la música litúrgica, profana, polifónica... Todo ello, como digo, muy bien dosificado y circunscrito a un idioma jazzístico con reminiscencias clásicas y contemporáneas. El caso es que cuanto más lo escucho, mayor es mi certeza de que me encuentro ante una obra magna, única, de una hondura y una originalidad sobrecogedoras, y más consciente soy de la magnitud de su mérito. Para mí Ivlianvs Suite siempre tendrá vigencia (como siempre tendrán vigencia Homero, Bach, Duke Ellington, Charles Mingus, John Keats o Emily Dickinson), porque desprende luz, verdad, inteligencia, y deja abiertas numerosas puertas y expectativas de futuro.
Creo sinceramente que este trabajo representa un gigantesco paso más en el periplo individual de Jorge Rossy como compositor, como pianista y, al fin y al cabo, como ser humano. Parafraseando un pensamiento del pintor Ramón Gaya sobre Mozart, estoy desde hace muchos años persuadido de que Jorge Rossy (como todo creador verdadero) utiliza la música como un medio para desembocar en la vida. Quienes se refieren a él destacan casi siempre, precisamente, su humildad. Pero para ser humilde hay que ser también valiente, honesto, trabajador, juicioso y perseverante. Jorge Rossy es ante todo un hombre fiel a sus principios, coherente consigo mismo, solidario con los demás y sumamente respetuoso con el mundo que le rodea. Cuando hace unos años anunciaba su decisión de "ladear" puntualmente la batería para dedicarse a componer, tocar el piano e interpretar sus propios temas, no lo hacía obedeciendo a un capricho o un deseo repentinos. Él es un creador innato que compone y toca el piano (y otros instrumentos) desde siempre. Cuando lo conocí en 1986 tenía 21 años y ya tocaba magistralmente la batería y la trompeta. Aquel año, un tema suyo, “Nadie es perfecto”, ganó el primer premio a la mejor composición en la I Muestra Nacional de Jazz para Jóvenes Intérpretes, celebrada en Mallorca. Ha pasado un cuarto de siglo y su trayectoria, su calidad y su prestigio como baterista son incontestables. Pero él continúa ahondando el cielo con su música.
¡Gracias, Jorge!
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7 comentarios:
Joder, Sebas. Has estado ausente 26 días (casi un mes) de tus amigos del blog, pero cuando te dispones a volver lo haces tan "majestuosamente" que nos dejas -a mí, por lo menos- "extasiados y anonadados". Tu golpe intelectual desprende mucho de lo que atesoras (que es mucho), para "iluminarnos", una vez más, por los caminos de la belleza aunque ésta no sea, ahora ni nunca, políticamente correcta. Tengo que escuchar esa obra de Rossy, del que no tenía noticias (y no me da vergüenza el confesarlo), desde finales de los 80. Lo que sí recuerdo de él es eso mismo que has indicado: una persona sencilla y humilde, que no daba importancia a las cosas. Al menos, no como otros por mucho menos sí lo hacían. Felicidades, amigo, por tu crónica poética de este album.
Querido paisano: reconozco que, desde que hace un par de meses se me cascó el ordenador y perdí gran cantidad de archivos y ficheros, mi actividad cibernética ha menguado considerablemente. Apenas abro una o dos veces por semana la vieja patata de la que dispongo ahora para abrir mi correo (totalmente saturado) y contestar los mensajes más urgentes. Pero también es verdad que estoy muy concentrado en otros asuntos que requieren mi atención y que casi no me dejan tiempo para maniobrar en Internet.
Te agradezco infinitamente el comentario que haces a mi crónica de 'Ivlianvs Suite' y me alegro de haber picado tu curiosidad. He intentado ilustrarla con uno de los temas, "Pupisu", pero después de cargarlo en Goear el dispositivo no lo refleja y no puede escucharse.
Estuve en Valencia el pasado domingo 30 de mayo escuchando en directo al Jordi Rossy Quintet, por invitación expresa de Jorge, y fue una auténtica gozada. Su hijo Félix, que ahora tiene 16 años, es un caso único en la historia. Toca ya a un nivel que te pone la carne de gallina. A ver si tenemos ocasión de vernos pronto y escuchamos el disco atentamente.
Hasta entonces, recibe un fuerte abrazo de este amigo que no te olvida.
habra que pegarle pues una escucha, parece interesante. gracias por la pista
Como dice Jesús, gracias por la pista. Qué bien escribes Sebastián. Eres un artista del Renacimiento. Todo lo que tocas lo conviertes en oro. A ver si tengo oportunidad de ver a los Rossy en directo por Madrid u otra ciudad, a Valencia no pude ir.
Sí tengo programado pasar por el festival de San Javier los días viernes 16, sábado 17 y domingo 18. Cuento con la ayuda del amigo Goio. Espero que me echéis una mano, conocer a Andrés en directo, y pasarlo lo mejor posible con vosotros. Sebas, estarás esos días en el festival?
Os recuerdo que esta semana expongo en el festival de jazz de Móstoles. Ayer monté la exposición. Ha quedado preciosa. Os espero con banderines, mucho jazz y que no falten las copas.
Besos enormes! Y cómprate otro ordenador que no son caros, hombre.
Hola, Jesús y Esther. Oíd el disco, pero espero también que tengáis la oportunidad de escucharlo en directo. Es una pasada.
Querida amiga, gracias por tus elogios: me suben la moral, que tengo algo alicaída últimamente. La Edad Media aúun no ha sido vencida por el Renacimiento, pero en ello estamos.
Me das una alegría asegurando tu presencia en San Javier. ¡Claro que estaré allí! Además de a Andrés conocerás también a Miguel Ángel Monda, que no se pierde un concierto. Ya verás qué buena gente, qué buen ambiente y qué bien lo pasamos.
Daría lo que me queda de pelo por ir a Móstoles y admirar tu exposición, pero precisamente esos días tengo varios bolos y me va a ser imposible. Mi espíritu estará allí contigo. No me cabe duda de que saldrás por la puerta grande y que esa puerta te abrirá otras muchas.
Lo de comprarme otro ordenador lo tengo jodido. Este año, con la crisis, voy de culo y cuesta abajo. Pero todo se andará.
Salud, suerte y abrazos.
Pues con una recomendación así, dan ganas de hacer maletas, Sebastian. Como no se puede, veremos de conseguirlo en amazon junto con el "Wicca", cuando algún día paren las crisis, más o menos cuando cambies el ordenador.
Salud y gracias por la pista.
Interesante metáfora la del paganismo en un arte como el jazz en el que cada artista se mueve a su aire y al mismo tiempo adoran/respetan a un solo líder, una religión musical en la que los fieles tienden a adorar a cada artista como una divinidad singular dentro del grupo, al modo de un panteísmo moderno.
Promete este trabajo. El primero de Rossy como pianista me sigue hipnotizando y éste, con tus descripciones, promete más. Sobre lo que dices del órgano, creo que era la clave del "sonido" del otro disco, la nota que proporcionaba el ambiente hipnótico del que hablo.
Gracias por la recomendación. Ya dejaré en mi blog más opiniones cuando lo tenga. Espero que el verano me preste el tiempo libre que necesito para todo lo que tengo atrasado.
Un abrazo.
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